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Un paseo, por Sonia Pereira Torrico

29 junio, 2025
en Noticias
Un paseo, por Sonia Pereira Torrico
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Iquique, ciudad para querer, se acurruca entre los cerros y el océano Pacífico. Puerto de casas altas, de madera noble, balcones,  elefantes blancos y recuerdos de un pasado salitrero inexpugnable. En sus calles, la vida late con historia. Allí jugaron muchos y muchas, bajo la sombra y los dátiles de las palmeras de la gloriosa Plaza Prat. Muy cerca de un lugar de ensueño, que habita en los pensamientos y en la memoria de una niña nortina con ojitos achinados. Se hablará en presente, porque se  hace imposible dejar en el cajón del sastre, la reminiscencia de una patria llamada infancia.

Se acaba la jornada en el jardín “Happy Garden” y, entre mochilas pequeñas y voces infantiles, una niña espera ansiosa. Se llama María Paz. Tiene los ojos llenos de ilusión y los pies inquietos. Por fin la ve, su abuelita coreana, con su chaleca roja y sus sandalias blancas. Apenas la distingue, corre hacia ella con toda la fuerza del cariño acumulado en el día. Se lanza a esos brazos grandes y generosos, donde siempre hay refugio, calor, abrigo y lar. La abuela no dice mucho, pero su silencio guarda la promesa de un paseo. Y la sonrisa de María Paz lo adivina todo. Ambas se reconocen a leguas y a una distancia que sólo procede el sentimiento.

—Vamos a pasear, dice la abuela con ternura.

La primera parada es la pastelería “Paula”. Unas maicenas dulces inauguran el viaje magistral.  Caminan por calle Thompson, donde los jardines poblados de Bugambilias despiertan los sueños de invierno de la niña. Pero esta plaza, tan viva y verde, es iquiqueña. Se sientan ambas en la pérgola, bajo un techo de hojas que se mueven con la danza de la brisa marina. La abuela le ofrece un algodón de azúcar y un paraguas de papel. María Paz le aprieta fuerte la manito raída. No necesita decírselo. Su abuela adivina la respuesta.

Juegan a la escondida, a la pilla, al monito mayor. El escondite favorito de María Paz es el lugar de la banda militar. Desde lo alto, pellizcando al señor sol, baja la mirada y observa la fila que se forma frente al Cine Tarapacá. Se pregunta, curiosa, cuándo irá al cine. No sabe que años después, allí mismo, verá su primera película.E.T. con su tío favorito.

—Hoy iremos más lejos, dice la abuela. Hoy hay fiesta en la Caleta Riquelme.

Ambas miraban hechizadas a los pescadores y  vecinos subiendo al bote la imagen de San Pedro, acompañados por el cura y los devotos. Otros se embarcan en lanchas pequeñas, adornadas con banderas de colores. Las bocinas de los barcos resuenan como gritos de alegría y carnaval. El sacerdote lanza flores al mar, rojas y blancas. El humo rojo envuelve las aguas. El mar se llena de luz y memoria en la tierra de campeones.

¡Oh!, se reparten empanadas, bebidas, champañita. Se agradece la vida, la pesca, la abundancia. 

 María Paz y su abuela se despiden saboreando la deliciosa empanada ofrecida con cariño, del santo que vuelve a su templo, en el barrio El Colorado.

¡El día se apaga!. Un atardecer tibio, con aroma a té con leche y pan tostado, abre las puertas del adiós.  Regresan por calle Gorostiaga, la ruta de los últimos abrazos. Pasan por la agencia de la “Polla Gol”, la botillería Kokoa, el bazar de la señora Ginita. Frente a los roqueríos del barrio El Morro, se abrazan. El mar canta su despedida.

Cada ola es un encuentro. Cada espuma, una promesa. María Paz, con el corazón llenito, vuelve a casa sabiendo que esos paseos con su abuela la hacen inmensamente feliz, y la dejan unida para siempre a la fiesta, a los sabores, aromas, la familia y al alma del puerto heroico de Iquique..un eterno carnaval.

Sonia Pereira Torrico

Fotografía extraída de la web

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