- Iván Vera-Pinto Soto, Cientista social, pedagogo y dramaturgo
A fines de octubre, el Teatro Universitario Expresión de la Universidad Arturo Prat presentará“Tenedor libre para los condenados a la esperanza”, obra de mi autoría, en el marco de su 46ª temporada. No es solo un estreno: es una acción de reivindicación cultural, un recordatorio de que necesitamos el arte que despierta, incomoda y obliga a mirar lo que muchos prefieren ignorar. Como dijo José Saramago: “El arte existe porque la vida no basta”.
La trama transcurre en un desierto arrasado por la guerra. Tres refugiados avanzan sin rumbo, arrastrando una carreta que parece un cadáver con ruedas. Dentro no llevan riquezas, solo recuerdos rotos y objetos inútiles, metáfora de lo que arrastramos como pueblos: pérdidas, silencios, duelos sin cerrar. Se insultan, se abrazan, cantan y se ríen, aunque duela. Reír, en ese escenario, es más que una expresión: es una forma de sobrevivir.
La tragicomedia no busca conmover, sino inquietar. Entre ironías y humor negro, los personajes brindan con polvo, levantan un tenedor como si fuera un arma. Ese guiño —ridículo y tierno— contiene una verdad esencial: incluso cuando todo parece perdido, la dignidad se defiende con lo más humilde.
Patricia Torres y Andro Gárate lanzan cada palabra como proyectiles de emoción, mientras Jeannette Baeza Rivero transforma el escenario mínimo en un territorio hostil y vibrante. La luz, los objetos y los silencios no son meros adornos, sino parte activa de la batalla. Allí no hay efectos espectaculares, sino austeridad cruda, espejo de devastación y coraje humano.
El público se enfrentará a frases que mezclan humor y desesperación:
—“La plata engorda el circo de los cañones.”
—“El poder mata sin despeinarse.”
—“Prefiero soñar parado que llorar arrodillado.”
Cada palabra golpea la indiferencia. Cada diálogo mordaz desafía la memoria selectiva. La risa se convierte en trinchera, el sarcasmo en arma, la ironía en una manifestación política.
El teatro no adormece conciencias: las despierta y las sacude. Alzar un tenedor vacío contra el desastre total no es una parodia, sino un ejercicio de resistencia. En su 46ª temporada, el Teatro Universitario Expresión confirma que la escena sigue siendo un espacio político, crítico y transformador, capaz de resquebrajar muros y abrir grietas por donde se filtra la luz.
Esta pieza teatral nace para cuestionar, provocar y recordar que, incluso en un paisaje devastado, la esperanza puede brillar como última luz. Esa expresión mínima —alzando un tenedor oxidado en medio del polvo, las bombas y el hambre que asolan a los pueblos— se convierte en un emblema de resistencia y dignidad, un acto pequeño y feroz que demuestra que la lucha persiste, aunque solo sea en los gestos más humildes y en los destellos de humanidad que se niegan a apagarse.