La vida no ha sido fácil para las mujeres, este género que se ha tenido que reivindicar una y otra vez a través de la historia, el abuso, la violencia, la injusticia y el hambre.
Pienso en las mujeres del Iquique de antaño, en la suplementera de barrio, en la señora Marina; una auxiliar de la escuela a-2, en mis profesoras normalistas de enseñanza básica, especialmente de la señorita Diana que nos hacía reforzamiento para que todos y todas fuéramos aprendiendo sin perdernos. Oh!!, como olvidar ese pizarrón escrito con números y oraciones con sujeto y predicado. La modista; otra mujer excelsa de paciencia para confeccionar un vestido de la niña María con las horas de la luna crecida. La señora que vendía pescado en el mercado, la encargada de la verdura y la fruta, la barrendera de los espacios públicos, etc. Esta última escondía su mirada para que no la vieran recogiendo la basura de otros malhechores. Tantos oficios como rostros femeninos en la ciudad para querer. Me llamaba poderosamente la atención, la fuerza que traslucía detrás de ese vestido o delantal con aroma a orégano. Así como a los hombres se le enseñó a no llorar, a las mujeres se nos enseñó a soportar las inclemencias de la vida con hidalguía. Debe ser por nuestros orígenes de lucha y sacrificio, donde no teníamos derechos, ni tampoco la protección de un ordenamiento jurídico. Estábamos entre pairos y derivas sujetas al maltrato y a la esclavitud disfrazada. Que valientes son las mujeres. Gabriela Mistral, una mujer adelantada pregonando la instrucción de la mujer en 1906. Principio que replica la iquiqueña Elena Caffarena Morice y jurista que luchó por la emancipación de la mujer en Chile y los derechos de género. Tuvo un rol relevante a la hora de conseguir el derecho a voto femenino, convirtiéndose en uno de los personajes más importantes del siglo XX en la materia. Dice ella así, “Mis estudios de derecho me convencieron de la inferioridad legal de la mujer. La necesidad de poner fin a esta discriminación me convirtió en feminista.»
La española, Belén de Sárraga trazó un camino, que fue seguido por muchas mujeres en diferentes continentes. Recorrió las oficinas salitreras transmitiendo que las mujeres en el mundo desean un futuro igualitario sin estigma, estereotipos ni violencia , un futuro que sea sostenible pacífico , con igualdad y oportunidades para todas las personas.
Teresa Flores, dirigente sindical, fundadora del primer partido obrero en Chile, actriz, feminista, luchadora incansable al servicio de la clase obrera y la liberación de la humanidad, junto a su compañero Luis Emilio Recabarren, fueron los impulsores de esta hazaña. Recorrieron la pampa como el viento, convenciendo a los obreros del salitre de la necesidad de ir por más, armando y configurando un partido clasista y combativo para luchar por la liberación. Allí nació la más brillante propuesta femenina de esos años: La huelga de las cocinas apagadas. En las páginas del periódico el “Despertar de los Trabajadores” reflejaron el trabajo político para difundir y levantar los centros femeninos.
Teresa Wilms Montt , escritora y poeta que estuvo en Iquique, feminista hasta los huesos por reivindicar el rol intelectual femenino dentro de un círculo de escritores machistas. La musa de Huidobro, se reveló contra la familia, el espíritu de la buena crianza y las normas de buena conducta. La castigaron por convertirse en una mujer deseante, libre e intelectual. La misma suerte corrió la escritora chilena María Luisa Bombal, al ser ninguneada por su vida personal y no reconocida por manifestar de manera sublime el eros femenino. Que valientes y aguerridas mujeres, en un mundo sin respeto y sin validación.
Pienso en este viaje de reconocimiento y vuelvo a las mujeres de mi norte querido, a la señora Anita de calle 21 de mayo, mamá de la tía Silvana, que trabajó como redera para mantener el hogar. En las chamayitas que trabajaban en Cavancha, enlatando bonito para los gringos. En las enfermeras y auxiliares de enfermería como mi abuelita Berta, que a sus 14 años se convertía en la proveedora de la familia. ¡Estoy cansada!, repetía con ansias esta mujer que partió hace un par de años, lectora inefable para empoderarse con el conocimiento y las letras.
Pienso en las mujeres que han influido en mi suceder, en su constante lucha por ganar un espacio. En las mujeres pampinas como Carmencita Capetillo,en las deportistas del básquetbol como las hermanas Vera y en las escritoras como María Monvel, Iris de Caro y la incansable Baldramina Flores.
Pienso en mamá, una dirigente política, empresaria y tenaz agente de cambio, que soñaba con un mundo más justo e igualitario entre hombres y mujeres. Pienso por estos días y en este mes conmemorativo y significativo, en mi sangre pampina que se desangra toda vez que deviene la injusticia al campo de batalla. En ese momento, pienso en las mujeres pampinas que me antecedieron y en su fortaleza para sobrevivir codo a codo con el hombre en casas cubiertas por arpilleras o calaminas, con una cocina a leña o carbón y la infaltable batea de madera con un inexpugnable tendedero para flamear los futuros sueños.
Sonia Pereira Torrico
Fotografía: Elena Caffarena Morice (1903- 2003)
