La pandemia no solamente tiene afectada la economía de los países, también, en el plano de la salud mental. Entre más restricciones a las libertades cívicas y más sanciones, se aplican a los que no respetan las medidas sanitarias, el efecto por consiguiente, es una ola natural de personas en rebeldía pacífica.
Más de alguna vez, hemos escuchados fuertes críticas a los “porfiados” e “irresponsables”. En mi humilde opinión no especializada en el tema, pero que tiene su asidero en la vertiente de cultura general, a veces justificadas y otras no. Especialmente cuando se trata de reuniones familiares y de reuniones religiosas. Con toma de temperatura y alcohol gel en las manos, guardando las distancias y utilizando las “mascarillas”, de vez en cuando, no siempre, se descuidan o sobrepasan el aforo dispuesto por las autoridades sanitarias. Estoy claro, que es falta es una falta. Pero con todo no es un delito que merece las penas del infierno. Tal como fue el caso de un sacerdote católico que estaba oficiando una ceremonia de casamiento en una iglesia cristiana de Dios. El triste final, fue que terminaron: los novios, los “padrinos”, las familias y el propio sacerdote, todos en una Camisería de Santiago.
Por cierto, existen otros casos de los cuales hemos tomado conocimiento público, principalmente fiestas clandestinas donde sus organizadores se lucran. Son eventos masivos con ventas de alcohol y música “a todo dar”. Son casos que nadie pasaría por alto. Tampoco es la tónica o tendencia generalizada de estos hechos en Chile.
Lo cierto es que los seres se humanos somos entes sociales. Nos organizamos y vivimos como miembros de una sociedad. Compartimos actividades, amistad, esperanzas, ambiciones, según nuestros intereses. Estas relaciones de la génesis humana, lamentablemente se ven frustradas de raíz, cuando estamos viviendo una de las peores crisis sanitaria, muy grave y profunda en nuestro planeta.
La actual Constitución, en su Artículo N°1, en su párrafo 2, estipula “La familia es el núcleo de la sociedad”. Es decir, la parte fundamental, más importante y principal de nuestra existencia comunitaria. Entonces, sí la familia no puede congregarse, tampoco reunirse y menos compartir unos gratos momentos de festividad, quiere decir, que estamos en serios problemas. Como bien sabemos en una familia hay persona de distintos sexos y edades: infantes, la juventud, los que ya son adultos y quienes están en la tercera edad. Estos espacios y encuentros familiares son vitales para un clima de bienestar, felicidad, por lo mismo, de salud mental.
Como siempre sucede, no por obra del azar, que surjan súbitamente quienes desean sacar un provecho mezquino, económico y político, de las trágicas circunstancias por las que atravesamos y que truncan la copa del pino y la vida de los chilenos. Los hay en todas las esferas sociales, profesiones y oficios.
No se puede partir a la familia en estratos o grupos mínimos y segregarla a un confinamiento más allá de la misma norma sanitaria que se pretende cautelar, la salud. Por lo tanto, siempre debieran ser precisas y garantizar el justo equilibrio de resguardar la salud del ser humano. Aquí no se trata de que gane o pierda una política sobre otra. Más bien tener la buena voluntad de evitar mayores sufrimientos a las personas. Es preferible “prevenir que, después tener que lamentar”.
¿Ahora, a quien vamos a crucificar? Al actual Ministro de Salud, Enrique Paris y/o a la presidenta del senado, Yasna Provoste, porque es candidata presidencial. Según vemos, en las condiciones de salud mental que estamos los chilenos, cualquier cosa puede pasar. No es prudente culpar a nadie. Lo digo porque creo tener, aún algo de cordura. Nuestra sensatez, madurez y alguna experiencia, nos dice que es hora de mirar hacia adelante, aprender de los errores y mirar la vida en un clima de esperanza y de luchar por nuestros ideales. Las utopías nacen en cada amanecer.
Para tener presente. El hecho de que una gran mayoría de nosotros este vacunado, no quiere decir, que seamos totalmente inmunes. Se trasmite por las redes sociales toda clase de mensajes. Por otro lado, nos piden el “pase de movilidad”, el cual, da la firme convicción que “estamos libres de contagio”. Amigos/as, nuestra fértil imaginación, lo asume como una fuerte sensación de normalidad. Mientras, no haya cambiado el clima de contagios, no sólo en Chile y en nuestro Continente ya no existan más muertes por esta epidemia con sus variantes como la delta, resulta aconsejable mantener en estricto rigor todas las medidas de “autocuidado”. En la confianza está el peligro.
Antes de terminar, ya que hice mención a los mensajes que se hacen circular por las redes sociales. Hay quienes sin ninguna tipo de pudor, como gatos viejos, suben a sus medios en el arte de las comunicaciones y programas radiales, en forma deliberada y editada los “memes” que trucan las verdades políticas. Son tendenciosos y perversos. Total, hasta el día de hoy quedan “impunes”. No hay que abusar del medio. Hay tiempo para todo… Los que están en el lodo intelectual y no pueden ver que pueden crecer más, entonces, son cautivos de su mediocridad. Bien por todos aquellos que enaltecen su profesión y honran sus dones.
Nelson C. Mondaca Ijalba
nmonijalba@gmail.com